-¡Chole, venga, baja ya! -le llamó Andrew, desde la cocina.
Chloe todavía se estaba terminando de ponerse los zapatos.
Era una chica con cabellos rubios por los hombros. Tenía 16 años. No era muy alta, pero tampoco era bajita. Tenía unos ojos de color café, y era un poco delgada, cosa que no le gustaba mucho. Se parecía mucho a su madre, o eso le decía la gente que había llegado a conocerla, ya que su madre murió cuando Chloe solo tenía 3 años. En cambio, Andrew, con 17 años, se parecía más a William, su padre. Era alto y con el pelo castaño, tenía los hombros anchos y era bastante atractivo.
Se terminó de poner el zapato derecho y bajó las escaleras de madera hasta la cocina.
Solo estaban en la casa ella y su hermano.
Su padre, se iba a trabajar muy temprano a su tienda, en la que vendía de todo: libros, relojes...
-¿Ya estás lista? -le preguntó Andrew, cogiendo su mochila y pasándosela al hombro.
Chloe asintió.
Todas las mañanas iban juntos a un instituto cerca de su casa en Londres, andando.
Salieron afuera y cerraron.
Caminaron en silencio.
Andrew y Chloe no compartían muchos gustos.
-Papá me dijo ayer por la noche que mañana vendría la tía a cenar -dijo Chloe, rompiendo el silencio.
-¿Sí? -le respondió su hermano, sin curiosidad alguna, aunque intentaba aparentar que sí tenía.
-Sí.
No hablaron más hasta llegar al instituto.
Chloe no tenía muchas amigas allí, dos o tres. Andrew tampoco tenía muchos. Eran, más bien, chicos solitarios los dos.
Chloe les saludó a sus amigas desde lejos. Sus amigas le hicieron una señal para que fuera pero ella hizo caso omiso y se sentó en un banco, esperando a que sonar el timbre que daba comienzo a las clases.
Minutos después, se escuchó por fin el timbre. El que tanta gente odiaba.
Una hora y media después, salieron al recreo.
Andrew se sentó solo en un banco y empezó a comer con ganas su sandwich de tomate con jamón, uno de sus favoritos.
Chloe se acercó a él.
-¿No vas con tus amigas? -le dijo su hermano.
-¿No vas con tus amigos -le respondió Chloe, burlona.
-Está claro que hoy a ninguno le apetece ir con los amigos, por lo que veo -opinó Andrew, apunto de darle otro mordisco al sandwich.
Chloe no respondió, se limitó a sentarse a su lado.
-Me duele un poco la cabeza, la verdad -comentó Chloe, suspirando.
-¿Quieres que te lleven a casa? -le ofreció Andrew, un poco preocupado.
-No, será un simple dolor ya sabes -negó Chloe.
-Si no, allí tienes a un profesor para avisar -señaló a lo lejos.
-¿Que profesor? -preguntó extrañada su hermana, agudizando la vista.
-Ese que está apoyado en el árbol -siguió insistiendo Andrew.
-Andrew, allí no hay ningún profesor, ahí no hay nadie.
Andrew se fijó. Él veía a un profesor. Tal vez fueran imaginaciones suyas.
-Creo que me he mareado, voy a beber agua -le informó levantándose.
Chloe le dejó ir, y se terminó su sandwich, el dolor se hacía más fuerte pero después se aflojaba, era muy raro.
Más tarde, volvieron a las clases.
*****
-Gracias, Anne. Mañana te los doy. Adiós. -Anne, una de las únicas amigas de Chloe, le había prestado unos apuntes.
Salió hasta la entrada del instituto y encontró a su hermano ya esperándole.
-¿Te sigue doliendo la cabeza? -empezó a hablar Andrew.
-No, solo estoy un poco mareada.
-Pues a mí me duele ahora. Habremos pillado un virus de esto o, simplemente, es el cambio de estación -explicó Andrew.
Comenzaron a andar hacia su casa. Ambos iban absortos en sus pensamientos cuando alguien les bloqueó el paso.
Eran unos hombres bajitos y llevaban ropas extrañas. Uno tenía barba blanca y los ojos uno de cada color. El otro llevaba un extraño sombrero y sonreía, enseñando todos sus sucios dientes.
Se rieron.
-Ya os tenemos, niñitos -dijo el de la barba-. Aplícales un hechizo para que se duerman.
<<¿Un hechizo?>>, pensó Chloe.
El hombre del sombrero extraño sacó una minúscula botellita de un bolsillo y se acercó a Andrew, que, un poco asustado, le empujó hacia atrás. Pero, al hacerlo, el hombre salió volando por los aires.
Chloe le miró como diciéndole: ¿¡Pero cómo has hecho eso!?
El de la barba abrió los ojos.
-Pues habrá que retenerlos -murmuró.
Sacó una varita de la nada y empezó a murmurar unas extrañas palabras.
<<¿Será esto del efecto del mareo?>>, pensaban los dos hermanos.
Chloe le dio la mano a su hermano y se la apretó justo cuando el de la barba estaba a punto de señalar con la varita hacia ellos.
Notaron un tirón en el estómago y aparecieron veinte metros más adelante.
-¡Cógelos, Zafio! -le mandó el de la barba a su otro amigo, que estaba tumbado en el suelo.
Zafio reaccionó rápido.
Andrew hechó a correr, junto a Chloe, que, sin saber cómo, apareció un poco más adelante todavía.
-¡Corre, Chloe, corre! -gritaba Andrew.
-¿Qué te crees que hago?
Los dos hermanos siguieron corriendo todo lo rápido que podían. Los dos estaban agotados y mareados, pero algo en su interior les decía que tenían que correr para no volver a ver a esos hombres de nuevo.
Por fin, empezaron a divisar su casa. Andrew hechó un vistazo por encima de su hombro y vio que el hombre del sombrero venía flotando y que sujetaba un extraño palo en su mano.
-¡Nos van a alcanzar!
-¡Escondámonos!
Chloe empezó a correr hacia un arbusto que había un poco más allá y Andrew le siguió. Se encogieron bien sobre sí mismos y esperaron durante largo rato.
-¿Cómo has hecho eso? -le preguntó Chloe a Andrew.
-Yo no he hecho nada. -Miró a su hermana, que tenía las mejillas sonrosadas y añadió-: ¿Y tú cómo has hecho eso?
-Yo... yo... no lo sé.
Andrew se dio la vuelta y apartó el arbusto para ver si los dos hombres se habían ido.
-Ya no están -informó-. ¿Nos vamos a casa?
Chloe asintió y, con la ayuda de su hermano, se levantó. Habían pasado un buen rato ahí sentados. Emprendieron la marcha, con paso tranquilo pero rápido, por si los hombres volvían a aparecer.
Chloe levantó la mirada y comprobó, aliviada, que ya casi habían llegado a su casa.
Llegaron cinco minutos después. Andrew abrió la puerta y, una vez dentro, Chloe la cerró con cuidado y se dejó caer hasta el suelo.
-¿Qué crees que ha pasado, Andrew?
Su hermano se encogió de hombros y Chloe se levantó.
-No te comas la cabeza por una cosa así. Recuerda que estábamos mareados y que nos dolía la...
-¡Ah, vamos, Andrew! ¿Me vas a decir que esto es simplemente una alucinación? Yo también lo he visto, y lo he vivido, y me parecía demasiado real para ser una alucinación.
-De todas formas, digas lo que digas, nunca he visto a esos dos hombres por Londres. Tenían pinta peligrosa, parecían ladrones. ¿No lo has pensado?
Chloe asintió y se apoyó en la encimera de la cocina. Su hermano se había puesto a cocinar algo que olía deliciosamente.
-¿Qué estás cocinando? -preguntó Chloe, curiosa.
-No te lo voy a decir. Que sea una sorpresa -dijo su hermano y sonrió.
-¡Andrew malooooo! -dijo Chloe mientras se reía sin parar. Siguió molestando un rato más a su hermano, pero se dio cuenta de que no se lo iba a decir y se fue a su habitación a hacer los deberes.
*****
La puerta de la casa se abrió y, aunque estaba en el segundo piso, Chloe la oyó y bajó rápidamente a saludar a William, su padre.
Éste le dio un beso en la frente.
-¡Chloe! ¡Qué oído más fino tienes! -dijo medio riendo. Su hija sonrió y Andrew salió de la cocina. Padre e hija comenzaron a reirse como nunca lo habían hecho al ver que Andrew llevaba el delantal de flores rosas que había sido de su madre.
-¡Como sigáis riéndoos así no os dejo probar el postre que he hecho! -dijo, pero los dos siguieron riéndose.
William se acercó a su hijo y le dio un beso en la frente, al igual que con Chloe.
-¿Habéis preparado la cena? ¡Me muero de hambre!
Andrew asintió y fue rápidamente a la cocina. Chloe y su padre subieron al segundo piso y se fueron a sus respectivas habitaciones. Chloe se puso el pijama y bajó. William se puso las pantuflas y se desabrochó un botón de la camisa. Así ya se sentía a gusto.
Bajó y vio que Andrew estaba sirviendo espaguetis con tomate. Se sentó al lado de Chloe y probó los de su plato. Estaban deliciosos.
-¿Qué tal hoy en el instituto? -preguntó William, como todas las noches.
-La verdad, no muy bien -respondió Andrew-. Primero, a Chloe le dolía la cabeza, después, yo he visto a un profesor invisible, parece ser, luego Chloe estaba un poco mareada y finalmente a mí me dolía la cabeza.
-Sí -asintió Chloe-. Y, además, luego se han interpuesto en nuestro camino dos hombres bajitos que decían algo de conjuros, de varitas y de atraparnos...
William dejó de atender. ¿Señores bajitos? ¿Mareos, ilusiones y dolores de cabeza?
Tragó saliva y palideció.
Aquí tenéis el primer capítulo! Esperamos que os guste ;)
By: Clara & Aida :)
Sí que eran extraños esos dos señores... Yo creo que el padre les va a contar ahora el por qué los han visto lo mareos, ilusiones y demás.
ResponderEliminarMe da que se van a hacer magos estos dos hermanitos jeje.
Espero los siguientes acontecimientos jijii.
Besitos :)
Síí, jajaja
EliminarPronto estará el próximo capítulo, ya lo descubrirás...
(tan tan taaaan)
Muakss!
Hola:
ResponderEliminarMe parece que los señores bajitos son gnomos. . . o una clase extraña de magos ^^
Muy buena historia, las dos habéis hecho un gran trabajo. Tenéis una suscriptora más en este blog.
Un saludo :)
Hola! Gracias por pasarte por el blog! En el próximo capítulo os adelantaremos qué son :)
EliminarGracias por hacerte seguidora y gracias!
Muakss!